El problema eléctrico es de enorme complejidad. Su importancia estratégica en el desarrollo troncal de una economía, su vinculación con el grado de independencia energética del exterior, la necesidad de convertir el acceso a esta fuente de energía en una garantía,… Éstas entre otras cosas hacen del sector eléctrico uno de especial e íntima relación con el regulador (el legislador). Planificación de la capacidad a plazo, apuestas por tecnologías específicas, subvenciones a nuevas fuentes de energía, control de la tarifa para usuarios, mantenimiento del sistema…
Hasta el viernes, el conjunto de las decisiones de política energética tomadas desde 2004 (mucho antes verdaderamente, quizá desde 1997) han conducido a que Europa considere que nuestro sistema eléctrico sea una bomba de relojería macroeconómica que ha de ser desactivada. Lo que genera el sistema, sus ingresos, hace muchos años que dejó de cubrir los costes reconocidos (regulatorios) del mismo. Es un sector que ha sido diseñado de forma que resulta deficitario. Y este déficit ha ido creciendo de forma acelerada desde 2004. Continue reading